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Las fugas seguirán mientras los presos sean diez veces más que una guardia de una comisaría


"Que vaya Agencia de Control Policial (ACP) y que verifique si hay alguna irregularidad en la guardia y secuestre los libros", esas son las palabras que pueden partir de un fiscal o algún alto jefe policial, para que en el mayor de los casos, la espada de Damocles caiga sobre el jefe de dependencia; cuando en realidad la responsabilidad en lisa y llanamente política.

La reciente fuga de la Seccional Novena de la Unidad Regional Uno en la ciudad de Santa Fe, es producto de haber convertido a la Unidad de Orden Público en una Alcaidía en pleno centro de la capital provincial; poblada de detenidos, y con personal policial escaso, donde incluso a veces llegan a pagarse horas extras para que empleados fuera de servicio refuercen dichas guardias.


No pocos se pregunta en la fuerza policial cual es la razón de haber elegido ser policías cuando los transforman en agentes del servicio penitenciario, una actividad para la cual no han sido formados.


A esta altura, el gobierno ya debería obviar el mal trago que les toca pasar a trabajadores policiales por sus desaciertos, comisarías en ruinas, hacinamiento de presos, y policías indefensos; si hasta habría que preguntarse cuándo algún fiscal imputará por estos hechos a funcionarios políticos.


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