La política no resolvió nada: Más de dos mil policías para dos partidos.

Cuando escucha a los funcionarios del Ministerio de Seguridad que para el clásico rosarino han de disponer mas de mil policías, y un numero similar para el de Santa Fe ciudad, evidencia que no han podido torcer el brazo a la violencia que se desata en derredor de un partido de futbol; esto es parte del fracaso de la política.
Desde hace más de diez años que se prohibió que a los estadios concurran hinchadas visitantes; desde entonces se escucho a los dirigentes de los clubes, a los dirigentes políticos, manifestar que los partidos eran un lugar para la familia y pronto se volvería a regularizar, incluso se llego a sentar en las mesas de dialogo a una de las patas del problema, los barrabravas; nunca se volvió para atrás, al contrario, afloraron más los negocios.
Motivada por la violencia en los estadios y mantenida por conveniencia política, la presencia de hinchas rivales en los partidos salió de la agenda del fútbol y constituye hoy un hecho excepcional, ligado estrictamente a una oportunidad económica para algunos clubes.
Autoridades de seguridad y dirigentes del fútbol consultados aceptaron que el retorno de los visitantes a las canchas es una posibilidad lejana y condicionada a factores sin solución en el corto plazo.
El costo de los operativos policiales, la logística de las barras, la falta de un sistema seguro para el expendio de las entradas, la capacidad de los estadios y el cambio cultural por una intolerancia naturalizada atentan contra el antiguo folklore que generaba la interacción de fanáticos de distinta camiseta.
1050 policías para Rosaario Central - Newell´s
Este es el número de efectivos que llevará controlar el evento rosarino; 730 policías para el estadio y alrededores, mientras que 320 para un banderazo de hinchas.
Un número excesivo para un partido de futbol, donde se supone que el acto de mayor descontrol debería ser, quizás, un empujón en la fila de entradas; pero cuando hay otros intereses que exceden a la policía, esta es la realidad.
1000 policías para Colón-Union
Una situación similar se da en la capital de la provincia, donde la inacción de la dirigencia futbolística, de la justicia y de la política, crean un campo propicio para que se desate la violencia; todos saben quienes tienen fajos de entradas en la mano entregadas por los responsables del club; sin embargo nadie hace nada.
Esta vigente una Ley del Deporte que nadie aplica, sino, como explican, que horas antes de comenzado un partido, los carribares formales e informales armen la venta de choripanes y hamburguesas con grandes conservadoras con hielo y bebidas alcohólicas prácticamente delante de las puertas de los estadios.
Quién cuida el resto de los vecinos
La paradoja de quienes tienen la responsabilidad política de la seguridad pública; logran reunir tamaña cantidad de efectivos policiales para un operativo de un partido de futbol, y no logran hacer algo igual tan solo un día en la semana para reordenar un barrio de alguna de las dos ciudades, sea Rosario o Santa Fe.
El folclore de un partido de futbol, la pasión de los hinchas, tapan la cuestión de fondo, que es lo que refleja el operativo de seguridad; la ineficiencia, la improvisación; porque en las reuniones preliminares, poco y nada se acuerda de como organizar la entrada y salida de la gente; sino, que se trata de acordar los negocios de cada uno; que van desde "respetar a los barras", parte de la violencia; el sector de "los trapitos", "las entradas de favor" que llaman delicadamente protocolares.
Mientras las roscas en derredor de un partido de futbol se suceden, hay una inmensa mayoría de ciudadanos que, o no les interesa el futbol, o que están alejados de esos intereses, y a los que nadie les garantiza la seguridad en las calles; ni antes, ni durante, ni después de un clásico de futbol.
Poner más de dos mil policías para el futbol es proporcional al grado de violencia que los gobiernos siguen tolerando de los violentos.